martes, 29 de junio de 2010

EL ABRAZO DE PEDRO Y PABLO, COMUNIÓN DE LA ÚNICA IGLESIA

En virtud de su martirio, Pedro y Pablo están en relación recíproca para siempre. Una imagen preferida por la iconografía cristiana es el abrazo de los dos apóstoles de camino hacia el martirio.

. . Podemos decir: su mismo martirio, en lo más profundo, es la realización de un abrazo fraterno. Ellos mueren por el único Cristo y, en el testimonio por el que dan la vida, son una cosa sola. En los escritos del Nuevo Testamento podemos, por así decirlo, seguir el desarrollo de su abrazo, este hacer unidad en el testimonio y en la misión.
. . Todo comienza cuando Pablo, tres años después de su conversión, va a Jerusalén, “para consultar a Cefas” (Gal 1, 18). Catorce años después, sube de nuevo a Jerusalén, para exponer “a las personas más respetables” el Evangelio que él predica, para no encontrarse en el riesgo “de correr o de haber corrido en vano” (Gal 2, 1s).
. . Al final de este encuentro, Santiago, Cefas y Juan le dan la mano derecha, confirmando así la comunión que les une en el mismo Evangelio de Jesucristo (Gal 2, 9). Un bello signo de este abrazo interior creciente, que se desarrolla no obstante la diversidad de los temperamentos y de los cometidos, lo encuentro en el hecho de que los colaboradores mencionados al final de la Primera Carta de san Pedro -Silvano y Marco- son colaboradores también estrechos de san Pablo. En la unión de los colaboradores se hace visible de forma muy concreta la comunión de la única Iglesia, el abrazo de los grandes Apóstoles.
Benedicto XVI

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