
Uno puede pensar que esto se trata de una
amalgama de acontecimientos y celebraciones, pero nada más lejos de la realidad.
Todo tiene un denominador común: la fe. El Concilio Vaticano II supuso uno de
los acontecimiento más importante del siglo XX, y non tenía otro cometido que
una necesaria reflexión eclesial y actualización de la fe. El Catecismo
de la Iglesia Católica surgió como una prioridad de esta reflexión conciliar y
durante años se estuvo elaborando una síntesis de nuestra fe, con todo lo que
ello implica, para una mejor explicación de la fe. Ahora, adentrados en
el siglo XXI, y a punto de comenzar el Año de la fe, se ponen de relieve nuevas
necesidades: evaluar, redescubrir y revitalizar nuestra fe. Para ello, la
Iglesia pone al alcance de sus fieles el Año de la fe, a lo largo del cual
podremos abordar estas y otras necesidades de caracter personal y eclesial:
formación, celebración, comunión... para profundizar y afianzarse en la fe y
hacer resplandecer la Palabra de Verdad que el Señor nos dejó.
Esperemos que la celebración de tantos
acontecimientos no nos dispersen... sino todo lo contrario, nos sirvan para
acoger -con libertad, sinceridad y humildad de corazón- las gracias que derrame
sobre nosotros en este tiempo el Espíritu Santo a través de la
Iglesia.
Oscar Valado (sacerdote estudiando en Roma)
Roma, 4 de octubre de 20012
Roma, 4 de octubre de 20012
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