¿Verdad que no cojeas por el cielo?
¿Verdad que tu memoria
no da ningún traspiés
ni se les va la luz a tus recuerdos?
Y aquella espalda curva se endereza
para mirar a Dios, la altura de su cara.
Se disipó la niebla de tus ojos
y tu vista cansada alcanza a leer
la letra pequeña de la gloria.
Las tapias de tu oído se cayeron
y oyes divinamente
la música de Dios, palabra única
que ya sólo es "Amor" y es la que llena
el libro de los cielos, y "eternidad" se escribe.
Alégrate, mamá.
Déjate amar y ama. Vive:
desde hoy eres joven para siempre.
Jesús Mauleón
Precioso
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