martes, 30 de junio de 2009

CARTA DEL OBISPO A LOS SACERDOTES DE IBIZA EN LA CLAUSURA DEL AÑO PAULINO

Queridos hermanos en el Sacerdocio:
Nos acercamos a la conclusión del Año Paulino que en nuestra diócesis venimos celebrando desde el día 28 de junio de 2008 en que lo abrimos solemnemente en el curso de la celebración que tuvo lugar en la Parroquia de San Pablo, declarada templo jubilar en mi Decreto del 18 de junio del año pasado.
Como os decía en ese texto, los objetivos marcados por el Papa para este Año eran redescubrir la figura y la actividad de San Pablo en sus múltiples viajes apostólicos; acoger sus ricas enseñanzas; renovar nuestra fe y nuestro compromiso apostólico y evangelizador; y rezar y trabajar por la unidad de todos los cristianos en una Iglesia unida, que el Apóstol entendió como el único Cuerpo de Cristo. La puesta en práctica de esos objetivos podía ser para nuestra diócesis un momento especial de gracia, a través de la difusión y lectura orante de las cartas de San Pablo, de las actividades organizadas para dar a conocer sus escritos y su estilo evangelizado.
El final del Año Paulino tiene que ser una ocasión privilegiada para dar gracias a Dios por los frutos que su celebración ha podido producir entre nosotros, a la vez que


un examen de conciencia de cada comunidad parroquial para ver cómo se puede alcanzar abundantes frutos de vida cristiana por un conocimiento mayor de la colosal figura del Apóstol de las Gentes.
En efecto, Pablo de Tarso no es un personaje hundido en la historia, sino que su persona y su mensaje nos interpelan también hoy. El ejemplo de su viaje a Damasco nos presenta un itinerario espiritual que puede ser modelo de la experiencia de fe de cada hombre cuando se libera de los condicionamientos y espejismos que lo atan y deja aparecer la verdadera imagen de su autenticidad. En Pablo se ve como la iniciativa de la relación con Dios que es la fe no es fruto de razonamientos humanos ni de pensamientos propios: es fruto de una iniciativa que parte de Dios.
El camino hacia Damasco fue también el inicio de su encuentro con la persona de Jesucristo, como lo fue el camino hacia Emaus el encuentro con el Resucitado para aquellos dos discípulos. Jesús sale al encuentro de cada hombre, aunque esté postrado en la necesidad, como enseña la parábola del Buen Samaritano, y ese encuentro es capaz de transformar toda la vida. Esa transformación consiste en centrar la vida para siempre en Aquel que nos ha amado y ha dado su vida por cada uno de nosotros, de modo se aprende de Él, compartiendo sus sentimientos y su modo de vivir y actuar, de modo que podamos decir: “No soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí” (Ga 2,20) o “para mí, vivir es Cristo” (Flp 1,21).
El camino de Damasco fue para Pablo también el encuentro con la Iglesia, entonces naciente y hoy extendida por toda la tierra, a donde le envió la voz de Jesús. En efecto, es voluntad de Jesús que sus discípulos vivan unidos en la fe, en la esperanza y en la caridad en una sola y única Iglesia bajo la guía de sus Pastores legítimos.
Esos pasos llevaron a Pablo a la misión. Ese fue su compromiso al volver de Damasco, hacia donde se dirigía Saulo y de donde regresó Pablo, dedicándose desde entonces con todas sus fuerzas a anunciar el nombre del Señor como “un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel” (Hch 9,15). La misión asumida por Pablo, como por lo demás la de todo cristiano, pasa también por la Cruz: “Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre” (Hch 9,16), pues al igual que en Jesucristo, la cruz forma parte de la vida del discípulo.
Deseo que la conclusión de este Año Paulino no agote nuestro acercarnos a San Pablo, sino que el propio camino espiritual de cada uno de nosotros adquiera nueva luz, nuevo dinamismo y nuevo ardor en la lectura orante y la meditación asidua de los textos bíblicos que se refieren al Apóstol. Imitémosle en su camino de modo que nuestra existencia sea verdaderamente transformada como la suya y la de todos los que a lo largo de los tiempos, se entregan a Cristo.
La conclusión solemne del Año Paulino la tendremos el lunes 29 de junio a las 21 horas en la Parroquia de San Pablo, con la celebración de la Santa Misa y posterior procesión con la imagen del Santo. Con la participación en dichos actos se podrá lucrar, con las condiciones señaladas por la Iglesia, la Indulgencia plenaria del este Año Paulino. La hora fijada, cuando ya han terminado los compromisos laborales el hecho de ser un día libre de otros compromisos debe ser estímulo para la participación de los sacerdotes y de los fieles. Así pues, mientras os animo a participar con espíritu de gratitud a Dios y de compromiso evangelizador, os pido que, como expresión de responsabilidad pastoral, hagáis participes de estas consideraciones a los fieles confiados a vuestro cuidado, animándoles también a participar en las celebraciones conclusivas del Año Paulino.
Con mi bendición y afecto
+Vicente Juan Segura,
Obispo de Ibiza

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