domingo, 27 de junio de 2010

CRÓNICAS DEL TRIDUO PAULINO: PRIMER DÍA.

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Ayer, sábado 26, comenzó el triduo dedicado a San Pablo, presidido por el Padre Juan Miguel y acompañado por nuestro párroco.

En este primer día del triduo, Juan Miguel nos habló sobre la libertad y la esclavitud. Podemos pensar que somos libres porque yo hago lo que quiero, que las homilías del sacerdote van para todos los presentes menos para mí. Estamos equivocados. Si viniese ahora San Pablo – dijo – nos diría que somos todos ESCLAVOS: esclavos del pecado, esclavos de la codicia, esclavos del dinero, esclavos de las pasiones,… ¿Es que acaso hay derecho a que un empresario explote a un trabajador, lo despida, sólo para ganar dinero y deje a éste con una familia a la que no puede mantener? ¿Hay derecho a que en las salidas de los colegios e institutos, de las discotecas, se venda la muerte a nuestros hijos? ¿Hay derecho a que las madres lleven a sus hijos a la Iglesia y el sacerdote no se comporte como es debido? ¿Hay derecho a que, después de haberse casado, la mujer sea atizada por su marido? ¿Hay derecho a que los padres sean maltratados por los hijos? (Estos fueron algunos de los ejemplos del Padre Juan Miguel sobre la esclavitud). No, no hay derecho pero no es que el hombre, entendido como humanidad, sea malvado sino que es esclavo del pecado. 

Está realidad del hombre  ha hecho que Dios SE ENCARNARA  en su hijo para morir por nosotros en la cruz, dándonos así la posibilidad de ser hombres libres para vivir según los hijos de Dios. Ésta es la gran esperanza para ser libres, nos liberó Jesucristo, y vivir la gloriosa libertad de los hijos de Dios ya que si no estás con Jesucristo, no puedes vencer esta esclavitud. Así pues, Juan Miguel finalizó la homilía invitándonos a la reflexión sobre nuestra esclavitud, que se puede vencer teniendo a Jesucristo con nosotros, con la ayuda del Señor. Además, nos exhortó a que este conocimiento sobre nuestra realidad no nos lo quedáramos sólo para nosotros, sino que lo hemos de predicar al mundo, a los que nos rodean, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de trabajo, en las discotecas,…

La celebración también fue acompañada por los cantos y oraciones de la Hermandad Rociera de San Antonio, consiguiendo arrancar de nuestro espíritu un sentimiento de gozo y alegría festivos que nos ayudaban a bendecir al señor al ritmo de sus cantos

Al acabar la Eucaristía, cenamos en el patio de la Iglesia, con la actuación de Sentimientos Rocieros (la hermandad que acompañó la celebración), que nos deleitaron con alguna sevillana, paso doble y rumbas. La cena estuvo colmada de un ambiente festivo, entusiasta, participativo y familiar.

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