El Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma. En la Eucaristía de ese día, el sacerdote nos marcará una cruz de ceniza en la frente y nos dirá: "Conviértete y cree en el Evangelio". La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
La palabra Cuaresma viene del latín cuadragésima, que significa cuarenta, es el tiempo del año litúrgico que corre entre el Miércoles de Ceniza y el Domingo de Ramos, en el cual la liturgia está centrada en los temas de la renovación espiritual, la penitencia, la misericordia divina y la liberación de las estructuras de la injusticia y del pecado.
Durante este tiempo de Cuaresma la Iglesia nos induce a un cambio en nuestras vidas, a una conversión de nuestro espíritu, nos impulsa a una revisión, a vernos a nosotros mismos por dentro, considerar nuestras miserias y nuestros pecados y arrepentirnos pidiéndole perdón al Señor. Ver a Jesús crucificado, como nos pide el Papa, reconocer su inmensa misericordia y dolernos por nuestra ingratitud para con El y la falta de correspondencia que hemos tenido con el sacrificio que El hizo por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario