jueves, 18 de febrero de 2010

EXEQUIAS DE MANOLO

Hoy, 17 de febrero, nos ha tocado despedir a nuestro hermano Manolo. Llegamos a las 10 de la mañana a Pompas Fúnebres y allí estaba expuesto el cuerpo de Manolo. Con su traje y corbata, elegante como siempre, plácidamente dormido en el Señor; sus manos acariciando el rosario de su madre. Un goteo constante de coronas y ramos de flores, símbolo del aprecio que tantas personas le tenían. No puede ser de otra forma, pues Manolo, allí por donde pasaba iba dejando una profunda huella de respeto, cordialidad, honradez y buen hacer.
Con sus restos mortales delante de nosotros, un grupo de las Comunidades Neocatecumenales iniciamos el oficio de Laudes. Su familia nos acompaña en este momento de oración litúrgica. Los salmos son rezados por diferentes personas intensamente emocionadas; una Iglesia viva que eleva sus plegarias por el hermano, por el amigo.
A las 12 horas rezamos el Ángelus, seguido del Santo Rosario. Oraciones que le gustaban a él especialmente, pues su fe se caracterizaba por su amor a María, la Madre de Dios. Manolo, como andaluz de nacimiento que era, estaba muy unido a la Hermandad Rociera de San Antonio, a la Casa Cultural Andaluza de Ibiza; gran devoto de la Virgen del Rocío. Siempre tuvo en su vida muy presente a la Virgen María.
El obispo de la diócesis, D. Vicente se acercó hasta el tanatorio para orar por él y acompañar a sus familiares. Mostraba así el agradecimiento de la Iglesia de Ibiza a este hombre que tantas horas dedicó gratuitamente al servicio de la Iglesia. Debido a sus compromisos de agenda, no le es posible a nuestro obispo el presidir el funeral de Manolo, por eso se hace presente en el velatorio. Nos informa que cederá la presidencia del funeral a su secretario D. José.
Al final de la mañana, nos dirigimos un grupo de personas hasta la iglesia parroquial. Queremos ultimar los preparativos del funeral. Es Miércoles de Ceniza y sabemos que la liturgia de la Cuaresma nos invita a la sobriedad litúrgica. Decidimos colocar unas rosas blancas sobre el altar y en la capilla del sagrario; y en el pedestal de la Virgen tres claveles blancos. Sus pequeñas plantas, que con tanto cariño él traía de su casa.
Ya es la hora del funeral. La iglesia se va llenando de amigos que quieren estar presentes en esta Eucaristía que celebramos por el amigo que acaba de marchar. Los salmistas de las Comunidades Neocatecumenales con sus guitarras y el Coro de la Hermandad Rociera de San Antonio ya han ocupado sus lugares en el templo. A las cuatro de la tarde los hermanos de Manolo introducen el féretro con sus restos mortales en la iglesia, seguidos de Conchi, la viuda, y el resto de la familia. En ese momento comienza a sonar el canto de entrada: “Qué amables son tus moradas, Señor…”. El templo, abarrotado de gente que ha dejado sus quehaceres para acompañar a la familia de Manolo en esta Eucaristía de despedida. Preside la celebración D. José Martínez, el secretario y delegado episcopal para este acto; como sacerdotes concelebrantes están D. Toni Ferrer, D. Joan Costa, D. José Esteller y un servidor.
La homilía resulta para todos realmente emotiva, con palabras de alivio, cercanía, con calor de hermano… haciendo referencia a lo importante y bueno que es la vida de un cristiano que camina en la Iglesia hacia la vida eterna. Destacando lo buena persona que ha sido Manolo para su familia y para las personas con las que trató.
Los Neocatecumenales se encargan de los cantos, que han sido preparados con buen criterio. En la postcomunión, el Coro de la Hermandad de San Antonio entona la Salve. Con ellos peregrinamos, también Manolo, en mayo hasta el Rocío y hoy con ese canto de la Salve acompañamos a Manolo en su peregrinación a la casa del Padre.
El pésame a la familia se da al finalizar la Eucaristía. Un pésame largo, debido a la gran cantidad de personas que asisten al funeral. Esta vez no es en silencio, sino acompañado de cantos de vida.
Ya en el cementerio, recibimos el féretro con más cantos, que nos recuerdan que Dios es un Dios de vivos, no de muertos, y nuestro destino es vivir en la eternidad. El clima está frio, pero un sol claro de febrero, hace su presencia entre las nubes y nos acompaña en este momento de tristeza y despedida.
El cuerpo de Manolo descansa ya en su panteón. El cementerio que ahora acoge sus restos mortales conoce muy bien a Manolo, pues él, junto con Conchi, se encargaban de atender la capilla de este cementerio. Con cuánto amor estaban siempre pendientes de abrir y cerrar la capilla, de preparar la Eucaristía cada primer domingo de mes, de acoger con cordialidad y cariño a todas las personas que se acercaban a participar de ese acto. Con su muerte, Manolo deja un gran hueco difícil de sustituir. Nuestro recuerdo por ti lo transformaremos en oración y jamás dejaremos de dar gracias a Dios por todo lo que hemos recibido de ti.



DESCANSA EN PAZ, HERMANO MANOLO


Juan Souza, párroco y amigo de Manolo


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