Querido
amigo/a, Paz y Bien:
En
el anterior encuentro, quedamos en que te contaría mi experiencia vocacional,
es decir, como llegué a sentir la llamada que me traería al lugar que es ahora
mi casa. Pues ahí va:
Como
ya te comenté en la anterior visita, yo nunca he querido ser monja. Siempre que
podía lo esquivaba, y si veía alguna cerca, me alejaba. Pero Dios tuvo otros
planes para mí.
Mi
vida se ha caracterizado por la rebeldía, en mi familia, pero sobre todo contra
todos los planes que Dios me iba poniendo, especialmente con la muerte de mi
padre, que me llevó a creer que Dios no me amaba. A pesar de mi rebeldía, y de
querer hacer lo que me daba la gana, Dios me ha protegido mucho, ya que ha
puesto su mano delante de mí, y no ha permitido que cayera en el mundo; yo
podía ser rebelde y quejarme de todos los planes, pero cada vez que intentaba
algo me chocaba contra él.
He
sido rebelde hasta que Dios ha dicho " hasta aquí". Y ese hasta aquí,
llegó cuando yo estaba estudiando en la Universidad, en Palma: estudiaba, y
como lo aprobaba todo, tenía una beca - la cual me daba una seguridad - y
además entraba y salía de casa cuando quería… Me creía que lo tenía todo, y que
así sería feliz, por los menos, los cuatro años de carrera, y que después, ya
tendría trabajo, dinero…
Pero
Dios me hizo sentir tanto espiritualmente, como corporalmente, que no sirve de
nada, haciendo que nada tuviese sentido para mi, y cuando digo nada, es
nada. Sin saber que me pasaba, estuve
desde que empecé el segundo año de carrera, pasándolo realmente mal. Hasta que
un sacerdote me recomendó hacer una experiencia en el Monasterio de Sta. Clara, la que es ahora
mi casa. Admito que yo no iba a hacer una experiencia, porque tenía claro que
no me iba a quedar, sino que iba a despejarme de la Universidad… Pero Dios me tocó de tal manera, que iba cada día y no podía
pasar un día sin ir al Monasterio. Hasta
que un día, Dios me dejó claro que me quería POBRE Y HUMILDE, pero como Hija
Pobre de Santa Clara. Desde que me lo dejó tan claro, no me quedó otra que
corresponder y poner fecha de entrada, la cual se tuvo que adelantar tres
meses, ya que se me estaba haciendo insoportable vivir y estar en el mundo.
Acabé
el segundo año de carrera como pude, porque no sentía nada de atracción ya
hacia la carrera; pasé julio junto a mi familia, y el 6 de agosto de 2012, día de la
Transfiguración del Señor, entré en el tan esperado Monasterio. Ese día fue
un día precioso… pero no te puedo contar más, porque se me acaba el tiempo. Ese
día y cómo fueron los siguientes hasta hoy, te lo cuento en la próxima visita.
Un
abrazo,
Hermana
Alba